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Retratando el cruel turismo que explota orangutanes


El documentalista Aaron Gekoski conversa sobre su último trabajo denunciando el cruel turismo de orangutanes en Asia, en una entrevista realizada por Robin Hicks en Eco-Bussines que recogemos traducida aquí 


 
Un orangután mira a través de los barrotes de su recinto en el zoo de Pata, Bangkok (Aaron Gekoski)


El fotógrafo británico Aaron Gekoski lleva más de una década documentando los conflictos entre los seres humanos y la fauna salvaje. Su último proyecto expone los horrores de las crías de orangután capturadas de la naturaleza en Malasia e Indonesia y obligadas a actuar para los turistas en todo el sudeste asiático.

Es poco probable que el trabajo de Aaron Gekoski aparezca en Netflix a corto plazo. Un ejecutivo de la plataforma de vídeo en streaming le dijo recientemente al documentalista y fotoperiodista británico que, aunque es fan de su trabajo, Netflix buscaba contenidos “bonitos y monos”. El último proyecto de Gekoski no cumple esos criterios.

‘Los ojos del orangután’ (Eyes of the Orangutan, en inglés) es una investigación sobre la industria asiática de turismo con fauna salvaje, con especial atención a los orangutanes, quizás el símbolo más potente de la explotación de fauna salvaje y de pérdida de hábitat en el sudeste asiático.

Los grandes simios, en peligro de extinción, se utilizan como atracción turística en cientos de lugares de la región, y el documental de Gekoski examina la brutalidad del comercio y la crueldad de las personas que se benefician de una industria mundial valorada en más de 120.000 millones de dólares.

Gekoski documenta cómo los cazadores furtivos se adentran en las selvas tropicales de Malasia e Indonesia para asesinar a las hembras de orangután y llevarse a sus crías, que son encerradas en recintos minúsculos y entrenadas mediante tortura o intimidación para que actúen como modelos de bikinis o kick-boxers en locales de la región.

Estos establecimientos pueden justificar su existencia alegando su valor social, dice Gekoksi. “Uno de los argumentos que más se esgrimen para el turismo de fauna salvaje es la educación. Esta afirmación es muy engañosa”. De hecho, suele haber poco más que una placa para informar a los visitantes de la procedencia de los orangutanes y de que están en peligro de extinción. “La gente va realmente a mirar a un orangután maltratado en una caja de cristal”, dice.

Gekoski cambió el glamour de dirigir una agencia de modelos en Londres para convertirse en fotógrafo de fauna salvaje hace más de una década, y no se hace ilusiones sobre la naturaleza sombría de las historias que cuenta.

Fascinado por lo macabro y el lado más oscuro de la vida, Gekoski cree que no se debe endulzar el estado del mundo natural, como se ha hecho en muchos documentales populares sobre naturaleza.

“David Attenborough siempre ha sido mi héroe. Cuando empecé como cineasta, quería documentar la belleza del mundo natural y compartirla con el mayor número de personas posible. Pero cuando salí a la calle, me di cuenta de que las cosas no eran exactamente como parecían en esos documentales de la BBC. En cada rincón, la fauna salvaje está siendo diezmada”.

La explotación de los orangutanes como atracción turística es especialmente preocupante por el estrecho parentesco que tenemos con ellos, cuyo nombre significa en malayo ‘gente del bosque’. “Si somos capaces de hacer esto a uno de nuestros parientes vivos más cercanos, ¿qué esperanza hay para cualquier otra especie?”, se pregunta Gekoski.

Los orangutanes podrían extinguirse de la naturaleza dentro de una década si las tasas actuales de deforestación en Indonesia y Malasia continúan, por lo que el trato que reciben en cautividad es de vital importancia, afirma. En esta entrevista, Gekoski habla de la repercusión que espera tener con su trabajo, de cómo se puede frenar el turismo de explotación de orangutanes y de la dificultad de conseguir que la gente acepte ver contenidos chocantes.  

Pregunta: Su último proyecto, ‘Los ojos del orangután’, explora la crueldad de los orangutanes capturados de la naturaleza y utilizados como atracciones turísticas en el sudeste asiático. ¿Cuál fue el germen de este proyecto?

Respuesta: Llevaba unos años cubriendo la industria del turismo de fauna salvaje en todo el mundo. Estaba en Vietnam y me encontré con un gran orangután macho que estaba encerrado en un recinto de cristal de 4 m por 4 m, con nada más que dos rocas de hormigón pegadas al suelo. Me pasé toda una tarde con este macho, y vi cómo la gente pasaba, golpeaba el cristal y le gritaba. Era una escena conmovedora. Pude ver cómo este orangután estaba destrozado. Ya había filmado y fotografiado orangutanes muchas veces, pero nunca de esta manera. Me di cuenta de que, si somos capaces de hacer esto a uno de nuestros parientes vivos más cercanos, ¿qué esperanza hay para cualquier otra especie? Eso dio inicio a una investigación de tres años para tratar de dar a conocer esta historia.
 

Un orangután escondido detrás de dos rocas de hormigón en un pequeño recinto en Dam Sen, Vietnam.
El encuentro de Gekoski con este orangután fue la génesis del documental Eyes of the orangutan (Aaron Gekoski).
 

Viajamos por toda de Asia, investigando la industria y de dónde venían los orangutanes. Entrevistamos a comerciantes que nos explicaron cómo llaman a las crías desde la selva y matan a las madres con un machete. Luego roban a esas crías, las ponen en un sitio secreto y las exportan luego a las atracciones de turismo de fauna salvaje de toda Asia. Allí golpean a los orangutanes, los electrocutan o les privan de comida para condicionarles a actuar, por ejemplo, en los espectáculos de boxeo en Tailandia. Los encierran en recintos totalmente inadecuados, normalmente sin atención veterinaria adecuada ni alimentación correcta. Algunos son alimentados en exceso, lo que provoca obesidad porque no tienen suficiente espacio para moverse. Así serán sus vidas durante 40 o 50 años hasta que mueran. Si se sometiera a los humanos a esto, se llamaría tortura. He hecho reportajes sobre el comercio de carne de perro, que es horrible y hay mucho sufrimiento. Pero “al menos” los animales son recogidos de las calles y están muertos en 24 horas. En el caso del turismo de fauna salvaje, los animales sufren durante años un abuso físico y emocional continuado.
 

Un orangután en una atracción de boxeo en Tailandia (Aaron Gekoski)
 

P: ¿Cuál es la prevalencia del turismo de orangutanes en Asia?

R: Es muy común en el sudeste de Asia. Hay lugares donde se mantienen orangutanes salvajes cautivos en todo el mundo, pero hay más en esta región porque aquí es mucho más fácil hacerse con un orangután de la naturaleza. Se trata de un problema enorme. Casi todas las atracciones de turismo de fauna salvaje son completamente inadecuadas para los orangutanes. En la naturaleza, los orangutanes apenas se encuentran, salvo para aparearse. Y casi nunca se alejan de los árboles. Sin embargo, en las atracciones turísticas de este tipo, se los ve en situaciones muy poco naturales, tirados en un suelo de hormigón y encerrados con otros animales.

Los estudios han demostrado lo estresados y deprimidos que están los orangutanes en cautividad. Se puede ver realmente en sus ojos. Por eso nuestro documental se llama ‘Los ojos del orangután’.
 

Orangután alojado en el zoo de Pata, en lo alto de unos grandes almacenes de Bangkok. (Aaron Gekoski)

Uno de los lugares en los que rodamos el documental fue la Fundación para la Supervivencia del Orangután de Borneo (Borneo Orangutan Survival Foundation), en Kalimantan Central, que está haciendo un trabajo fenomenal para tratar de mitigar los problemas a los que se enfrentan los orangutanes, no solo el turismo, sino la deforestación y el comercio ilegal de mascotas. Jamartin Sihite, director general de la fundación, dijo de las víctimas del comercio: “Puedes ver que no queda nada detrás de sus ojos”. Eso nos tocó de cerca. Se les ha roto el alma.

Los centros de rescate como el suyo se encuentran en una difícil situación. La gente siempre se alegra cuando se rescata a un orangután de un centro de turismo de fauna salvaje, y en cierto modo debería hacerlo. Pero una vez rescatados, ¿qué se hace con estos pobres orangutanes? Como a menudo han crecido en cautividad, no durarían ni un segundo si fueran liberados en la naturaleza. Así que se llega a una situación como la de esta fundación, donde los orangutanes rescatados de un espectáculo de boxeo tailandés están atrapados allí y no saben realmente qué hacer con ellos. En un mundo ideal, podrían ser rehabilitados y puestos en libertad. Pero eso no suele ser realista. Se necesita una gran cantidad de recursos, terrenos y tiempo para rehabilitar a un orangután hasta que pueda ser liberado en la naturaleza, y eso no está necesariamente disponible. Se puede hacer con los más jóvenes. Pero con los más viejos, a menudo es imposible.
 

Una pareja de crías de orangután rescatadas en la Fundación para la Supervivencia del Orangután de Borneo, en Kalimantan Central.
Los orangutanes jóvenes tienen más posibilidades de ser rehabilitados y liberados en la naturaleza que los de más edad. (Aaron Gekoski)
 

P: ¿Por qué la gente visita los centros de turismo de fauna salvaje?

R: La gente tiene una fascinación inherente por los animales. Se ve en los bebés. Lo primero que aprenden es a emitir sonidos de animales y a identificar los distintos tipos de animales. Tenemos un deseo innato de estar cerca de los animales y habitar su mundo, pero eso no suele ser posible. Ver un orangután en la naturaleza es muy difícil. Es caro y si se les viera verdaderamente en la naturaleza sería de refilón. En el turismo de fauna salvaje se puede estar a menos de un metro de estos animales sobre los que hemos crecido aprendiendo, y quedar fascinados.

El turismo de fauna salvaje es una industria que existe desde los antiguos egipcios. Tiene miles de años. Y probablemente nunca desaparecerá. Pero con todo el conocimiento que ahora tenemos sobre la sensibilidad y la inteligencia animal, sabemos cuánto sufren estos animales en cautividad. Entendemos que los animales no están ahí solo para ser explotados, y hay un movimiento creciente contra este tipo de turismo. Pero el movimiento se ha visto contrarrestado por el auge de las redes sociales. La gente quiere hacerse fotos con orangutanes disfrazados y colgarlas en las redes sociales como reflejo de sí mismos: “mirad qué intrépido soy, estoy con un animal salvaje”. Las redes sociales han sido catastróficas para los animales salvajes en cautividad. Han ayudado mucho a facilitar la industria del turismo de fauna salvaje.
 

Orangutanes disfrazados en Safari World, Bangkok. (Aaron Gekoski)
 

P: ¿Se ha desensibilizado ante el sufrimiento que ha visto?

R: Sí, absolutamente. Creo que todos los fotógrafos se insensibilizan ante el sufrimiento y la crueldad con el tiempo. Pero he tenido momentos en los que me he derrumbado por completo. Justo antes de la llegada del Covid, había estado en una misión tras otra. Había estado en 12 países en 6 meses, y realicé un reportaje sobre la alimentación de perros en Camboya. Me llevó al límite y me pregunté si podía seguir adelante. Entonces llegó el Covid y me tomé un tiempo para escribir un libro ('Animosidad: conflictos entre humanos y animales en el siglo XXI'), que recoge todas las historias en las que he trabajado durante estos años. Fue una experiencia catártica y me dio fuerzas renovadas para volver a fotografiar la fauna salvaje en cautividad. Puede ser doloroso mentalmente, pero no es nada comparado con lo que sufren muchos animales.

P: ¿Qué impacto espera tener con su trabajo?

R: No tiene mucho sentido documentar el turismo de fauna salvaje si no hay ningún cambio. Pero hay diferentes medidas de éxito. Puede ser una sola persona que vea mis fotos, aprenda sobre el turismo de fauna salvaje y se lo piense dos veces antes de visitar un lugar así, hasta conseguir que se cierren establecimientos de turismo de fauna salvaje o que se cambie la legislación gubernamental.
 

Un niño se fotografía con un orangután boxeador en Safari World, Camboya. (Aaron Gegoski)
 

P: ¿Cómo se puede mejorar el turismo de fauna salvaje?

R: Hay varias normas sobre lo que constituye una atracción de turismo de fauna salvaje cruel y lo que no. En primer lugar, cualquier lugar en el que se pueda montar, tocar o hacerse un selfie con un animal es un grandísimo “no”. Todos los paseos en elefante o los espectáculos con animales de cualquier tipo son un gran “no”, debido a la forma en que se entrena a los animales, que a menudo es increíblemente cruel. Los animales tienen que realizar los mismos trucos sin sentido durante toda su vida y se les vuelve literalmente locos.

Hay que tener en cuenta muchas otras cuestiones, como el tamaño de los recintos de los animales, su alimentación, el grado de estimulación que reciben y la proximidad que se permite a los turistas. Hay palabras que se utilizan para describir las atracciones turísticas de vida salvaje como “eco” y “santuario”, que se usan para engañar a la gente y hacerla visitar estos lugares. Conozco a personas muy instruidas que han dicho que visitaron un santuario de fauna salvaje en Tailandia y que se alegraron mucho de poder bañar a los elefantes. Desconocían por completo los problemas que rodean a esta industria.

Hay muy pocas atracciones de turismo de fauna salvaje verdaderamente éticas. Es una industria multimillonaria. Hay muchos personajes turbios en el sector vinculados con el crimen organizado que pueden obtener animales de la naturaleza. Los estudios de ADN realizados a los orangutanes de Safari World utilizados en los espectáculos de boxeo demostraron que los animales procedían de Malasia e Indonesia, en lugar de haber nacido y sido criados en Tailandia, como afirmaba el recinto.

El modus operandi consiste en capturar los animales ilegalmente, sobornar a los funcionarios del gobierno, falsificar los permisos y pasarlos de contrabando. La crueldad y brutalidad de esta industria es difícil de digerir. Un cazador furtivo con el que hablamos dijo que él y sus amigos se sentaban a reír cuando capturaban una cría de orangután en la selva, sabiendo que acabaría en un espectáculo de boxeo. Nos dijeron que otros orangutanes hembras eran enviados a prostituirse. Las afeitaban, las maquillaban y las utilizaban para el sexo. Uno pensaría que esto es tan surrealista que no puede ser cierto, pero lo es. Hubo un caso famoso de una orangutana llamada Pony utilizada como prostituta en Indonesia.
 

Un orangután en el Safari World de Camboya. (Aaron Gekoski)
 

P: ¿Cómo se puede frenar el turismo de fauna salvaje?

R: Todos los países quieren evitar la publicidad negativa. Si se les bombardea continuamente con publicidad negativa sobre la industria del turismo de fauna salvaje, esto va a perjudicar la industria del turismo. En Asia, la vergüenza es una forma poderosa de provocar el cambio. En la investigación que he realizado para los reportajes, he descubierto que la situación en muchos países de Asia ha mejorado realmente. Sigue existiendo, pero es más clandestina. Eso hace que sea más difícil documentar las cosas, pero me da esperanza porque significa que el cambio está en marcha.

P: ¿Hasta qué punto es un problema ser un occidental que informa sobre un tema en Asia que algunos pueden percibir como incorrecto?

R: Puede haber críticas de gente que diga: “No sabes nada de nuestra cultura, aléjate”. Mi respuesta es decir: “Soy fotoperiodista, y pongo estas historias al alcance del público” e intento ser lo más objetivo y no emocional posible.
Por ejemplo, la historia de la comida del perro en la que acabo de trabajar. ¿Quién soy yo para decirle a una cultura que lleva siglos comiendo carne de perro que no lo haga? Todo lo que puedo hacer es explicar los problemas, por ejemplo, que los perros son animales inteligentes y sensibles, que sufren cuando se les mata de esta manera (los perros son ahogados, estrangulados o apuñalados antes de ser vendidos como carne). Además, los perros de la calle son portadores de enfermedades, y muchos son mascotas robadas.

Lo único que puedo hacer es – y esto es muy paternalista – educar a la gente. Pero cuando lo hago, como occidental tengo que estar preparado para que muchas veces me manden a la mierda. Y eso es comprensible.
 

Uno de los orangutanes rescatados en la Fundación para la Supervivencia del Orangután de Borneo, en Kalimantan Central, Indonesia. (Aaron Gegoski)
 

P: ¿Alguna vez se ha enfrentado a los turistas de fauna salvaje por la crueldad que apoyan?

R: Sí, lo he hecho. Pero por mucho que me gustaría gritar y reprender a la gente, tiendo a no hacerlo. ¿Va a cambiar realmente la percepción de alguien? La forma más eficaz de hacer reflexionar a la gente sobre lo que hace es hacerles preguntas. Durante el rodaje de ‘Los ojos del Orangután’, preguntamos a una pareja muy instruida en una atracción de turismo de fauna salvaje si sabían de dónde venían los orangutanes, cómo creían que habían llegado hasta allí y cómo se les entrenaba. Pudimos ver cómo empezaban a cuestionar la moralidad del lugar.

P: ¿Cómo va a difundir su documental?

R: Actualmente está en el circuito de festivales. Esperamos que algunas cadenas de televisión importantes lo emitan. Pero es muy difícil conseguir que las películas de conservación sean de alcance público. Hace poco, un ejecutivo de Netflix me dio una palmadita en la espalda y con tono paternalista me dijo: “Estáis haciendo un trabajo muy bueno, pero buscamos algo bonito y “mono".
Creo que como la gente está pasando por momentos difíciles, es especialmente duro sacar a la luz documentales de conservación. ‘Los ojos del orangután’ se anuncia como una inmersión en un mundo oscuro de abusos. Quizás el próximo documental sobre comercio de especies salvajes en el que trabajemos lo enmarquemos de otra manera.
Si la gente ve un documental y piensa que solo va a deprimirles y a hacerles sentir impotentes, puede que no lo vean. Pero si el documental es una exploración de nuestra relación con un animal en particular, podría ser una forma más convincente de llegar a la gente.



*Esta entrevista ha sido realizada por Robin Hicks y publicada en Eco-Business. El contenido que aquí aparece (texto, imágenes y vídeo) es propiedad de ellos y el IJGE solamente ha traducido el artículo al español. Si quieres leer la entrevista en su versión original, puedes hacerlo aquí.  

27/09/2022
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