El tráfico ilegal de chimpancés y bonobos
El ser humano y los grandes simios pertenecemos a la misma familia, Hominidae. Este grupo incluye a bonobos y chimpancés, nuestros parientes vivos más cercanos, categorizados por la UICN (Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza) como “en peligro” (o “en peligro crítico” en el caso de la subespecie Pan troglodytes verus, a la que ayuda a proteger el IJG en Senegal y Guinea) y a orangutanes y gorilas, que se encuentran “en peligro crítico” (excepto los gorilas de montaña, con solo 1.000 individuos pero con tendencia al alza, considerados “en peligro”). Todas estas especies son víctimas de la caza y del potencial tráfico ilegal de animales salvajes.
En esta entrada nos centraremos en los chimpancés y bonobos, incluidos en el Apéndice 1 del convenio CITES, por lo que su comercio internacional está esencialmente prohibido y cualquier movimiento de importación o exportación (para intercambios zoológicos, por ejemplo) requiere permisos especiales.
En esta entrada nos centraremos en los chimpancés y bonobos, incluidos en el Apéndice 1 del convenio CITES, por lo que su comercio internacional está esencialmente prohibido y cualquier movimiento de importación o exportación (para intercambios zoológicos, por ejemplo) requiere permisos especiales.
Chimpancé salvaje en DIndéfélo, Senegal (crédito IJG/Liliana Pacheco)
Chimpancé (Pan troglodytes)
Los chimpancés son los grandes simios con mayor extensión geográfica, ya que habitan en diferentes zonas de África (del este al oeste). Su esperanza de vida en entorno salvaje se acerca a los 50 años, aunque cada vez se ven más afectados por enfermedades humanas, debido a la similitud genética entre especies y a la proximidad entre poblaciones. Se trata de animales omnívoros, aunque la fruta representa la mitad de su dieta. Sin embargo, la complementan con otros alimentos, como frutos secos, pequeños mamíferos que cazan, o también hormigas y termitas que “pescan”. Para hacerse con ciertos recursos alimenticios, han logrado construir y utilizar herramientas, como ramas finas y alargadas para “pescar” termitas u hormigas, o rocas como mazos para abrir los frutos duros. A lo largo de su vida, una hembra puede concebir hasta nueve crías, pero de media, solo un tercio de ellas conseguirán llegar a la edad adulta.
¿Cómo les afecta el tráfico ilegal de animales salvajes?
En Asia y Oriente Medio, hay una gran demanda de chimpancés como mascotas exóticas, lo cual fomenta su tráfico. Sin embargo, hoy en día, la mayor amenaza es el mercado de carne de selva (“bushmeat”). A medida que avanza la destrucción y fragmentación del hábitat de los chimpancés, el ser humano tiene un acceso más fácil al hábitat de estos animales. De este modo, muchos chimpancés son cazados al entrar en conflicto con las poblaciones humanas por los mismos recursos, como la fruta, los árboles o los puntos de agua. También son muchos los que caen en trampas colocadas para cazar otros mamíferos terrestres, quedando malheridos, mutilados o muriendo directamente. Así mismo, las sanciones contra la caza furtiva son débiles o no se aplican, y muchas poblaciones de primates habitan fuera de las zonas protegidas, complicando su protección.
La caza de chimpancés adultos como “carne de selva” deja atrás a crías huérfanas, que son capturadas para ser vendidas como mascotas exóticas. A medida que avanza la fragmentación y destrucción de su hábitat, los encuentros entre humanos y chimpancés también se incrementan. Finalmente, y por desgracia, si sumamos a todo esto la baja densidad de las poblaciones, el aislamiento genético y la lenta tasa de reproducción de los chimpancés, su número puede ir decreciendo en las diferentes zonas donde habitan hasta acercarse inexorablemente a la extinción.
Bonobo en centro de rescate de la RDC (crédito Federico Bogdanowicz)
Bonobos (Pan paniscus)
Los bonobos habitan en la República Democrática del Congo, donde la inestabilidad política ha frustrado gran parte de los intentos de conservación e investigación de la especie. Debido a su parecido, en muchas ocasiones son confundidos con los chimpancés, ya que son su pariente vivo más cercano. Se trata de unos primates muy sociables y se organizan en grandes grupos con mucha interacción entre individuos y una compleja estructura social donde las hembras suelen ejercer roles de dominancia. Los bonobos, al igual que otros primates que comen frutas, desempeñan un rol muy importante en el ecosistema, ya que la dispersión de semillas mediante sus deposiciones resulta crucial para la regeneración de los bosques. Una de las características de estos primates es que construyen sus nidos cada noche en las copas de los árboles, a una altura de entre 5 a 50 metros. Las hembras de bonobo empiezan a reproducirse a la edad de 13-14 años y tienen una tasa de supervivencia de crías mayor a la de los chimpancés, puesto que tres cuartos de los neonatos sobreviven hasta los 6 años.
¿Cómo les afecta el tráfico ilegal de animales salvajes?
Pese a estar prohibida, la caza furtiva para conseguir su carne es la causa principal de tráfico ilegal de esta especie, combinada con la pérdida del hábitat. Por tanto, la situación de peligro de los bonobos es similar a la de los chimpancés, pero agravada por la mayor accesibilidad de la población a armas, debido a la situación de conflicto, y la dificultad de ejercer una protección efectiva de su hábitat y de implementar planes de conservación de largo plazo en un contexto socio-político estable.
Bonobo en centro de rescate de la RDC (crédito Federico Bogdanowicz)
La problemática
Tanto los chimpancés como los bonobos son perseguidos para comerciar con ellos como mascotas exóticas y como “carne de selva”. Sin embargo, los primeros son más demandados para el mascotismo, mientras que los segundos son más bien cazados para el consumo cárnico (algunas partes de chimpancés y bonobos -huesos, pelos, etc.- son usados para medicina tradicional o como amuletos de protección).
Cabe destacar que, para capturar una cría de chimpancé, es habitual matar a su madre y al resto de la familia o grupo, por lo que cada bebé que llega al mercado negro puede suponer entre 5 y 10 adultos asesinados. Además del trauma de ver morir a su familia y del aislamiento social que sufren las crías durante años, en cautividad se les suelen extraer los dientes caninos para facilitar su manejo. Finalmente, resulta muy complicado reintroducir a los chimpancés rescatados del mascotismo, ya que no han podido aprender las habilidades sociales que en la naturaleza les habrían enseñado su madre y grupo familiar. Un chimpancé puede llegar a vivir (y sufrir) en cautividad más de 60 años.
En cuanto al comercio ilegal de carne de chimpancé y bonobo, es difícil calcular el número de animales víctimas de este delito, ya que se suele vender por partes o contabilizar por kilos, por lo que resulta imposible saber con cuántos individuos se corresponden. No obstante, se ha identificado carne de chimpancé en mercados de África e incluso tan lejanos de su origen como Londres. Por lo que respecta a los bonobos, en el Congo se han incrementado los mercados en los que se comercializa, claro signo de que su caza y venta ilegal está aumentando. Otro de los grandes peligros vinculados a este terrible negocio es la transmisión de enfermedades durante la persecución y caza de chimpancés y bonobos, ya que muchas dolencias son contagiables entre especies, como el ébola, el ántrax, la gripe y el virus espumoso del simio (SFV en inglés).
Tanto los chimpancés como los bonobos son perseguidos para comerciar con ellos como mascotas exóticas y como “carne de selva”. Sin embargo, los primeros son más demandados para el mascotismo, mientras que los segundos son más bien cazados para el consumo cárnico (algunas partes de chimpancés y bonobos -huesos, pelos, etc.- son usados para medicina tradicional o como amuletos de protección).
Cabe destacar que, para capturar una cría de chimpancé, es habitual matar a su madre y al resto de la familia o grupo, por lo que cada bebé que llega al mercado negro puede suponer entre 5 y 10 adultos asesinados. Además del trauma de ver morir a su familia y del aislamiento social que sufren las crías durante años, en cautividad se les suelen extraer los dientes caninos para facilitar su manejo. Finalmente, resulta muy complicado reintroducir a los chimpancés rescatados del mascotismo, ya que no han podido aprender las habilidades sociales que en la naturaleza les habrían enseñado su madre y grupo familiar. Un chimpancé puede llegar a vivir (y sufrir) en cautividad más de 60 años.
En cuanto al comercio ilegal de carne de chimpancé y bonobo, es difícil calcular el número de animales víctimas de este delito, ya que se suele vender por partes o contabilizar por kilos, por lo que resulta imposible saber con cuántos individuos se corresponden. No obstante, se ha identificado carne de chimpancé en mercados de África e incluso tan lejanos de su origen como Londres. Por lo que respecta a los bonobos, en el Congo se han incrementado los mercados en los que se comercializa, claro signo de que su caza y venta ilegal está aumentando. Otro de los grandes peligros vinculados a este terrible negocio es la transmisión de enfermedades durante la persecución y caza de chimpancés y bonobos, ya que muchas dolencias son contagiables entre especies, como el ébola, el ántrax, la gripe y el virus espumoso del simio (SFV en inglés).
Monos ahumados confiscados por ecoguardas en Congo (crédito IJG/F. Turmo)
¿Cómo se podría evitar?
-La venta de carne de grandes simios y partes de su cuerpo como trofeo: en primer lugar, es necesario buscar una alternativa y una fuente sostenible de proteínas y nuevas formas de generar ingresos para las comunidades locales y los hogares. En segundo lugar, concienciar y educar con programas sobre el riesgo asociado al consumo de carne de selva y la importancia del papel de los grandes simios dentro de los ecosistemas. En tercer lugar, debemos abordar las causas que impulsan el comercio ilegal de animales salvajes, así como fortalecer la regulación nacional e internacional y su cumplimiento.
-La venta de grandes simios como mascotas exóticas: en primer lugar, es necesario disuadir a los compradores potenciales de este tipo de animales, apoyándose en las numerosas asociaciones y entidades gubernamentales cuyo objetivo es proteger a la fauna y el entorno. En segundo lugar, promover una prohibición total de tenencia y tráfico de grandes simios y un refuerzo de las leyes que ya existen. En tercer lugar, un proceso de educación que se centre en advertir sobre las consecuencias de tener grandes simios (o primates en general) como mascotas, poniendo el foco tanto en el bienestar del animal y del ecosistema como en los peligros que supone la convivencia entre humanos y simios. Por último, frenar el uso de grandes simios como reclamos publicitarios o en la industria del entretenimiento, e impedir que cualquier medio de comunicación emplee la imagen de estos animales en contextos que no se correspondan con su naturaleza y que socaven los esfuerzos para su conservación.
-La venta de carne de grandes simios y partes de su cuerpo como trofeo: en primer lugar, es necesario buscar una alternativa y una fuente sostenible de proteínas y nuevas formas de generar ingresos para las comunidades locales y los hogares. En segundo lugar, concienciar y educar con programas sobre el riesgo asociado al consumo de carne de selva y la importancia del papel de los grandes simios dentro de los ecosistemas. En tercer lugar, debemos abordar las causas que impulsan el comercio ilegal de animales salvajes, así como fortalecer la regulación nacional e internacional y su cumplimiento.
-La venta de grandes simios como mascotas exóticas: en primer lugar, es necesario disuadir a los compradores potenciales de este tipo de animales, apoyándose en las numerosas asociaciones y entidades gubernamentales cuyo objetivo es proteger a la fauna y el entorno. En segundo lugar, promover una prohibición total de tenencia y tráfico de grandes simios y un refuerzo de las leyes que ya existen. En tercer lugar, un proceso de educación que se centre en advertir sobre las consecuencias de tener grandes simios (o primates en general) como mascotas, poniendo el foco tanto en el bienestar del animal y del ecosistema como en los peligros que supone la convivencia entre humanos y simios. Por último, frenar el uso de grandes simios como reclamos publicitarios o en la industria del entretenimiento, e impedir que cualquier medio de comunicación emplee la imagen de estos animales en contextos que no se correspondan con su naturaleza y que socaven los esfuerzos para su conservación.
Crías rescatadas en el Centro de Rehabilitación del IJG en Tchimpounga, Congo (crédito IJG/F. Turmo)
-Turismo de vida salvaje, los grandes simios en zoos y el entretenimiento: el turismo de vida salvaje debe ajustarse a la guía de buenas prácticas del turismo de grandes simios de la UICN, debe basarse en los criterios del turismo responsable y ser sostenible. Con respecto a los zoológicos, deberán acreditar meticulosamente el origen legal de todos los animales, asegurando así que han sido obtenidos de manera legítima como intercambio entre zoos acreditados y supervisados por entes nacionales y supranacionales, además de respetar en todo momento la dignidad de los animales y ofrecerles los cuidados adecuados y el mayor estándar de bienestar. Finalmente, en cuanto a la industria del entretenimiento, nos reafirmamos en la posición de que los grandes simios no deben ser empleados en espectáculos, fotografías propagandísticas o como actores, y solo deben ser mostrados en su entorno natural, o bien en los centros donde son rescatados y rehabilitados, con las aclaraciones pertinentes.
-La importancia de la protección del hábitat para reducir el riesgo de tráfico ilegal de animales salvajes: hacemos un llamamiento a los Estados para que adopten políticas de protección del entorno, guiadas por principios internacionales de desarrollo ecológicamente sostenible. A su vez, pedimos a las organizaciones y empresas que incluyan la responsabilidad social corporativa entre sus prioridades, sobre todo en las entidades cuyos servicios estén relacionados de algún modo con la vida de los grandes simios. Finalmente, animamos a los consumidores a informarse sobre la repercusión de sus acciones diarias sobre la vida animal, rechazando productos que dañen el entorno y exigiendo a las entidades que actúen de forma responsable y protejan el planeta que compartimos con tantas otras especies.
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