Palabras de fin de año de la Dra. Jane Goodall
Nuestra querida fundadora comparte un inspirador mensaje de esperanza animándonos a trabajar junt@s por un futuro mejor de toda la vida en la Tierra
Estimado personal del Instituto Jane Goodall, miembros de la junta directiva, voluntari@s, soci@s y amig@s:
Ahora que otro año llega a su fin, quiero dar las gracias a tod@s vosotr@s que nos habéis apoyado en nuestros esfuerzos por hacer del mundo un lugar mejor para las personas, los animales y el medio ambiente. Las 25 oficinas del IJG han tenido, entre todas, un gran impacto positivo en todo el mundo.
Sabemos que estamos atravesando tiempos difíciles, ambiental, social y políticamente. La terrible guerra de Ucrania sigue infligiendo mucho sufrimiento, sobre todo ahora que comienza el duro invierno. Y no debemos olvidar el sufrimiento de muchos rusos que se oponen amargamente a la guerra. Hay conflictos en muchos otros países y el número de personas desplazadas es mayor que nunca. El calentamiento del planeta está provocando cambios en los patrones meteorológicos en todas partes. Terribles inundaciones, huracanes, sequías, olas de calor e incendios han afectado a todos los países, pero las naciones y las personas más pobres son quienes lo han sufrido mucho más. Como consecuencia, el número de refugiados climáticos también está aumentando.
No obstante, también es verdad que a menudo las catástrofes sacan lo mejor de las personas. Hay muchas historias de heroísmo demostrado por quienes rescatan a personas (y animales) atrapadas en casas en llamas o de las ruinas de edificios bombardeados, del valor de los que trabajan incansablemente para llevar ayuda médica, comida y consuelo a las víctimas de la guerra. Hay más conciencia sobre la difícil situación de las personas que viven en la pobreza y de las que no tienen hogar. Hay más gente luchando contra los males del racismo y la discriminación, y algunos trabajan para ayudar a los que más están sufriendo por el cambio climático. Y por fin se escucha la voz de los pueblos indígenas, para que aprendamos de su sabiduría ancestral sobre cómo cuidar mejor del Planeta Tierra, nuestro único hogar.
Afortunadamente, cada vez más gente comprende que nos enfrentamos a un futuro sombrío si no combatimos la doble amenaza del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, y que debemos unirnos y actuar. Las energías renovables son cada vez más baratas, existen máquinas que absorben carbono de la atmósfera. Hay más programas para plantar árboles autóctonos, proteger y restaurar bosques y otros hábitats, y salvar animales del borde de la extinción. Cada vez más agricultores recurren a la agricultura regenerativa, a la permacultura… para evitar los terribles efectos de los pesticidas y herbicidas de los que depende la agricultura industrial, que están matando el suelo y afectando gravemente a la biodiversidad. Y también está aumentando considerablemente el número de personas que se pasan a los alimentos vegetales, ya sea por razones éticas (preocupación por el medio ambiente y el terrible sufrimiento de los miles de millones de animales criados en granjas industriales) y/ o porque se dan cuenta de los beneficios para la salud de evitar el consumo de carne, leche y huevos.
Las actitudes hacia los animales no humanos con los que compartimos, o deberíamos compartir, el planeta, también están cambiando. Poco a poco, desde que empecé a estudiar a los chimpancés en 1960, se ha ido comprendiendo que muchos de estos animales, desde los grandes simios y los elefantes hasta las ratas, los pájaros y los pulpos, son como nosotros: seres sintientes, con personalidad y mentes capaces de resolver problemas, y con emociones como la alegría, la tristeza, la frustración y la desesperación. Y que ellos también sienten dolor. Aquí debo agradecer a todos aquellos cuyo apoyo permite al IJG cuidar de los chimpancés huérfanos rescatados en nuestros centros de Tchimpounga (Congo) y Chimp Eden (Sudáfrica). Nuestro programa ChimpanZoo trabaja para garantizar las mejores condiciones para los chimpancés y otros animales en los zoológicos. Hay grupos que trabajan para prohibir el mantenimiento de elefantes, delfines y ballenas en cautividad.
Hay personas que luchan para poner fin a los “deportes” sangrientos, como las corridas de toros y la caza de trofeos. Otras trabajan para cerrar los criaderos o los numerosos festivales en todo el mundo que causan un inmenso sufrimiento a varios animales. Y cada vez hay más científicos que encuentran métodos alternativos al uso de animales para probar nuevos medicamentos. Formas que son mucho más fiables, ya que dependen del trabajo con células y tejidos humanos.
Existe un grupo dedicado a luchar contra el comercio ilegal de animales salvajes, mediante el que se envían animales vivos o partes de su cuerpo a todo el mundo y se venden en mercados de fauna salvaje como alimento, ropa, medicinas o como mascotas. Todo ello conlleva el riesgo de que patógenos pasen de animales a humanos, como ocurrió con el virus que causó la pandemia de Covid-19. Y no hay que olvidar que nuestra salud depende de la salud del medio ambiente y de los otros animales.
Nuestro programa Tacare, dirigido por la comunidad del IJG, va viento en popa en Tanzania y ahora opera en seis países africanos, no solo ayudando a proteger a los chimpancés y su hábitat forestal, sino sacando a la gente de la pobreza, empoderando a las mujeres mediante microcréditos y proporcionando becas para dar a las niñas la oportunidad de acceder a la educación secundaria y a la universidad. Esto es importante, ya que se ha demostrado en todo el mundo que, a medida que mejora la educación de las mujeres, estas se sienten empoderadas para tomar decisiones y el tamaño de las familias tiende a disminuir. En la actualidad, hay casi ocho mil millones de seres humanos en el planeta y en algunos lugares los recursos naturales ya se consumen más rápido de lo que la naturaleza puede reponerlos. Se prevé que para 2050 seremos unos 10 mil millones. ¿Cómo se las arreglará la Madre Naturaleza si seguimos actuando como hasta ahora y no adoptamos prácticas y sistemas más sostenibles?
Aquí de nuevo hay buenas noticias, pues cada vez más empresas se esfuerzan por reducir su impacto negativo en el medio ambiente. A lo largo de este año me invitaron a hablar ante varios grupos de directores generales de diferentes compañías. El jefe de una gran empresa internacional me dijo que llevaba varias años trabajando para que su empresa fuera más sostenible desde el punto de vista medioambiental y social, garantizando un trato justo a sus trabajadores en los países donde se abastecían de sus productos y a los de la cadena de suministro, asegurando prácticas ambientalmente sostenibles en sus propias oficinas de todo el mundo, y un trato justo a sus clientes. En primer lugar, porque vio una escritura en la pared que decía que no podemos seguir explotando los recursos finitos de la naturaleza al ritmo actual. En segundo lugar, por la presión de los consumidores: cada vez más gente exige comprar productos producidos de forma ética. Y, en tercer lugar, y esto fue lo que realmente le motivó a cambiar, su hija pequeña que un día volvió del colegio y le dijo: “Papá, me dicen que lo que haces perjudica al planeta. No es verdad, ¿no papá? Porque es mi planeta”. Eso le llegó al corazón.
Esto me lleva a mi principal razón de esperanza: nuestros jóvenes. Cuando empiezan a entender lo que le estamos haciendo a nuestro planeta, a menudo hacen que sus padres, abuelos y amigos se den cuenta de que nuestras acciones están perjudicando el futuro de nuestros hijos. Nuestro propio movimiento Roots & Shoots (Raíces y Brotes) está activo en más de 60 países de todo el mundo, con miembros desde la guardería (¡incluso algunos preescolares!) hasta la universidad y más allá. Estos jóvenes eligen proyectos para hacer de éste un mundo mejor para las personas, los animales y el medio ambiente. Se arremangan y pasan a la acción. Su entusiasmo, determinación y pasión son inspiradoras. Este programa está creciendo mientras colaboramos con otros programas que tienen valores éticos parecidos. Roots & Shoots comenzó en 1991, por lo que hay miles de personas adultas que pasaron por el programa, y muchas de ellas conservan los valores que adquirieron cuando eran jóvenes y siguen mostrando respeto y compasión por los demás y por los animales.
Estoy convencida de que muchos de vosotr@s habéis leído algunas de las conmovedoras historias de mascotas abandonadas en Ucrania que han sido adoptadas por soldados que luchan en las trincheras. Los animales reciben cuidados y, a su vez, elevan la moral de los hombres. Y hay tantas historias de animales que proporcionan el consuelo y la compañía que tanto necesitan las personas con enfermedades, traumas o que están solas.
Y así, a medida que nos adentramos en un nuevo año, podemos realmente tener esperanza: por las acciones de los jóvenes y de todos los que trabajan por un futuro más sostenible; por la naturaleza, que es tan resiliente si le damos una oportunidad; porque finalmente estamos usando nuestros extraordinarios cerebros para encontrar soluciones a los problemas que hemos causado; y por el espíritu indomable que demuestran quienes se enfrentan a problemas que parecen imposibles y se niegan a rendirse.
Mi más sincero agradecimiento a tod@s vosotr@s. Deseo que disfrutéis de las fiestas y comencéis el 2023 inspirados para aportar vuestro granito de arena para hacer de éste un mundo más sostenible.
Dra. Jane Goodall
Fundadora del Instituto Jane Goodall
Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas
Ahora que otro año llega a su fin, quiero dar las gracias a tod@s vosotr@s que nos habéis apoyado en nuestros esfuerzos por hacer del mundo un lugar mejor para las personas, los animales y el medio ambiente. Las 25 oficinas del IJG han tenido, entre todas, un gran impacto positivo en todo el mundo.
Sabemos que estamos atravesando tiempos difíciles, ambiental, social y políticamente. La terrible guerra de Ucrania sigue infligiendo mucho sufrimiento, sobre todo ahora que comienza el duro invierno. Y no debemos olvidar el sufrimiento de muchos rusos que se oponen amargamente a la guerra. Hay conflictos en muchos otros países y el número de personas desplazadas es mayor que nunca. El calentamiento del planeta está provocando cambios en los patrones meteorológicos en todas partes. Terribles inundaciones, huracanes, sequías, olas de calor e incendios han afectado a todos los países, pero las naciones y las personas más pobres son quienes lo han sufrido mucho más. Como consecuencia, el número de refugiados climáticos también está aumentando.
No obstante, también es verdad que a menudo las catástrofes sacan lo mejor de las personas. Hay muchas historias de heroísmo demostrado por quienes rescatan a personas (y animales) atrapadas en casas en llamas o de las ruinas de edificios bombardeados, del valor de los que trabajan incansablemente para llevar ayuda médica, comida y consuelo a las víctimas de la guerra. Hay más conciencia sobre la difícil situación de las personas que viven en la pobreza y de las que no tienen hogar. Hay más gente luchando contra los males del racismo y la discriminación, y algunos trabajan para ayudar a los que más están sufriendo por el cambio climático. Y por fin se escucha la voz de los pueblos indígenas, para que aprendamos de su sabiduría ancestral sobre cómo cuidar mejor del Planeta Tierra, nuestro único hogar.
Afortunadamente, cada vez más gente comprende que nos enfrentamos a un futuro sombrío si no combatimos la doble amenaza del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, y que debemos unirnos y actuar. Las energías renovables son cada vez más baratas, existen máquinas que absorben carbono de la atmósfera. Hay más programas para plantar árboles autóctonos, proteger y restaurar bosques y otros hábitats, y salvar animales del borde de la extinción. Cada vez más agricultores recurren a la agricultura regenerativa, a la permacultura… para evitar los terribles efectos de los pesticidas y herbicidas de los que depende la agricultura industrial, que están matando el suelo y afectando gravemente a la biodiversidad. Y también está aumentando considerablemente el número de personas que se pasan a los alimentos vegetales, ya sea por razones éticas (preocupación por el medio ambiente y el terrible sufrimiento de los miles de millones de animales criados en granjas industriales) y/ o porque se dan cuenta de los beneficios para la salud de evitar el consumo de carne, leche y huevos.
Las actitudes hacia los animales no humanos con los que compartimos, o deberíamos compartir, el planeta, también están cambiando. Poco a poco, desde que empecé a estudiar a los chimpancés en 1960, se ha ido comprendiendo que muchos de estos animales, desde los grandes simios y los elefantes hasta las ratas, los pájaros y los pulpos, son como nosotros: seres sintientes, con personalidad y mentes capaces de resolver problemas, y con emociones como la alegría, la tristeza, la frustración y la desesperación. Y que ellos también sienten dolor. Aquí debo agradecer a todos aquellos cuyo apoyo permite al IJG cuidar de los chimpancés huérfanos rescatados en nuestros centros de Tchimpounga (Congo) y Chimp Eden (Sudáfrica). Nuestro programa ChimpanZoo trabaja para garantizar las mejores condiciones para los chimpancés y otros animales en los zoológicos. Hay grupos que trabajan para prohibir el mantenimiento de elefantes, delfines y ballenas en cautividad.
Hay personas que luchan para poner fin a los “deportes” sangrientos, como las corridas de toros y la caza de trofeos. Otras trabajan para cerrar los criaderos o los numerosos festivales en todo el mundo que causan un inmenso sufrimiento a varios animales. Y cada vez hay más científicos que encuentran métodos alternativos al uso de animales para probar nuevos medicamentos. Formas que son mucho más fiables, ya que dependen del trabajo con células y tejidos humanos.
Existe un grupo dedicado a luchar contra el comercio ilegal de animales salvajes, mediante el que se envían animales vivos o partes de su cuerpo a todo el mundo y se venden en mercados de fauna salvaje como alimento, ropa, medicinas o como mascotas. Todo ello conlleva el riesgo de que patógenos pasen de animales a humanos, como ocurrió con el virus que causó la pandemia de Covid-19. Y no hay que olvidar que nuestra salud depende de la salud del medio ambiente y de los otros animales.
Nuestro programa Tacare, dirigido por la comunidad del IJG, va viento en popa en Tanzania y ahora opera en seis países africanos, no solo ayudando a proteger a los chimpancés y su hábitat forestal, sino sacando a la gente de la pobreza, empoderando a las mujeres mediante microcréditos y proporcionando becas para dar a las niñas la oportunidad de acceder a la educación secundaria y a la universidad. Esto es importante, ya que se ha demostrado en todo el mundo que, a medida que mejora la educación de las mujeres, estas se sienten empoderadas para tomar decisiones y el tamaño de las familias tiende a disminuir. En la actualidad, hay casi ocho mil millones de seres humanos en el planeta y en algunos lugares los recursos naturales ya se consumen más rápido de lo que la naturaleza puede reponerlos. Se prevé que para 2050 seremos unos 10 mil millones. ¿Cómo se las arreglará la Madre Naturaleza si seguimos actuando como hasta ahora y no adoptamos prácticas y sistemas más sostenibles?
Aquí de nuevo hay buenas noticias, pues cada vez más empresas se esfuerzan por reducir su impacto negativo en el medio ambiente. A lo largo de este año me invitaron a hablar ante varios grupos de directores generales de diferentes compañías. El jefe de una gran empresa internacional me dijo que llevaba varias años trabajando para que su empresa fuera más sostenible desde el punto de vista medioambiental y social, garantizando un trato justo a sus trabajadores en los países donde se abastecían de sus productos y a los de la cadena de suministro, asegurando prácticas ambientalmente sostenibles en sus propias oficinas de todo el mundo, y un trato justo a sus clientes. En primer lugar, porque vio una escritura en la pared que decía que no podemos seguir explotando los recursos finitos de la naturaleza al ritmo actual. En segundo lugar, por la presión de los consumidores: cada vez más gente exige comprar productos producidos de forma ética. Y, en tercer lugar, y esto fue lo que realmente le motivó a cambiar, su hija pequeña que un día volvió del colegio y le dijo: “Papá, me dicen que lo que haces perjudica al planeta. No es verdad, ¿no papá? Porque es mi planeta”. Eso le llegó al corazón.
Esto me lleva a mi principal razón de esperanza: nuestros jóvenes. Cuando empiezan a entender lo que le estamos haciendo a nuestro planeta, a menudo hacen que sus padres, abuelos y amigos se den cuenta de que nuestras acciones están perjudicando el futuro de nuestros hijos. Nuestro propio movimiento Roots & Shoots (Raíces y Brotes) está activo en más de 60 países de todo el mundo, con miembros desde la guardería (¡incluso algunos preescolares!) hasta la universidad y más allá. Estos jóvenes eligen proyectos para hacer de éste un mundo mejor para las personas, los animales y el medio ambiente. Se arremangan y pasan a la acción. Su entusiasmo, determinación y pasión son inspiradoras. Este programa está creciendo mientras colaboramos con otros programas que tienen valores éticos parecidos. Roots & Shoots comenzó en 1991, por lo que hay miles de personas adultas que pasaron por el programa, y muchas de ellas conservan los valores que adquirieron cuando eran jóvenes y siguen mostrando respeto y compasión por los demás y por los animales.
Estoy convencida de que muchos de vosotr@s habéis leído algunas de las conmovedoras historias de mascotas abandonadas en Ucrania que han sido adoptadas por soldados que luchan en las trincheras. Los animales reciben cuidados y, a su vez, elevan la moral de los hombres. Y hay tantas historias de animales que proporcionan el consuelo y la compañía que tanto necesitan las personas con enfermedades, traumas o que están solas.
Y así, a medida que nos adentramos en un nuevo año, podemos realmente tener esperanza: por las acciones de los jóvenes y de todos los que trabajan por un futuro más sostenible; por la naturaleza, que es tan resiliente si le damos una oportunidad; porque finalmente estamos usando nuestros extraordinarios cerebros para encontrar soluciones a los problemas que hemos causado; y por el espíritu indomable que demuestran quienes se enfrentan a problemas que parecen imposibles y se niegan a rendirse.
Mi más sincero agradecimiento a tod@s vosotr@s. Deseo que disfrutéis de las fiestas y comencéis el 2023 inspirados para aportar vuestro granito de arena para hacer de éste un mundo más sostenible.
Dra. Jane Goodall
Fundadora del Instituto Jane Goodall
Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas
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