El amor de las madres chimpancés
En 1960, la Dra. Jane Goodall comenzó a estudiar los fuertes vínculos afectivos que mantienen madres y crías chimpancés en Gombe
De forma aún más marcada que en otros mamíferos, las madres chimpancés juegan un rol imprescindible en la supervivencia y el desarrollo de sus crías a lo largo de los años. Durante los primeros años de vida, los chimpancés son totalmente dependientes de sus madres y pasan sus primeros años en contacto constante con ellas. A lo largo de la infancia son quienes los alimentan, los protegen, los apoyan, los transportan en su vientre y luego en su espalda, los hacen dormir en su nido y luego les enseñan los conocimientos necesarios para su supervivencia, como qué alimentos comer, cómo comportarse y las técnicas para fabricar y usar herramientas.
Fifi junto a uno de sus hijos, Flossi, en Gombe (Brian Keating)
A partir del primer año de edad es cuando las crías comienzan a moverse a su alrededor, pero siempre bajo vigilancia materna y, a menudo, con la ayuda de sus hermano/as mayores. El destete se produce a los 4-5 años aproximadamente, pero no es hasta los 6-9 años que se vuelven completamente independientes. De todos modos, el vínculo emocional que en ese tiempo han establecido suele perdurar durante toda la vida.
Esta sólida relación entre madres y crías chimpancés ha sido estudiada y documentada por varios primatólogos. Aunque fue la Dra. Jane Goodall quien la observó por primera vez en las selvas de Gombe, en Tanzania, cuando comenzó su pionera investigación que continúa en la actualidad por parte del Instituto Jane Goodall.
Allí vivía la gran matriarca Flo, que fue madre de cinco chimpancés: Faben, Figan, Fifi, Flint y Flame. El nacimiento del bebé Flint significó el primer estudio de la relación madre-cría en entorno salvaje. A través de ellos, la joven Jane pudo comprender mejor el estrecho lazo que comparten las madres chimpancés con sus crías y le sirvió posteriormente en su maternidad. Según ha confesado en varias ocasiones, observar estas relaciones le ayudó a convertirse en una mejor madre para su propio hijo.
La joven Jane junto al pequeño chimpancé Flint, hijo de Flo, en Gombe (Hugo Van Lawick)
En Gombe también descubrió los distintos estilos de crianza que tienen las madres. Algunas, como Flo, eran muy atentas y juguetonas con sus pequeños, y los criaban con afecto, dedicación, protección y confianza. En el libro "60 años en Gombe" (disponible en nuestra tienda solidaria), Jane describe así a Flo: "Era una madre soberbia: de fácil trato, tolerante, juguetona y protectora, pero con la disciplina necesaria para mantener a Fifi a raya".
Estos factores influían positivamente en las personalidades de los infantes y les permitían luego convertirse en adultos seguros de sí mismos y alcanzar lugares prominentes en la estructura social de sus grupos. Figan, por ejemplo, se convirtió en macho alfa. Y los machos Freud, Frodo y Ferdinand, hijos de Fifi y nietos de Flo, también alcanzaron esta categoría.
Por otro lado, otras madres eran menos cariñosas y más pasivas, lo que resultó en la poca autoconfianza de las crías y en ocupar lugares relegados en la jerarquía de dominancia.
Para la Dra. Jane, ser testigo de cómo las madres chimpancés cuidan de sus crías fue muy emocionante. “Diría que lo más bonito durante estos años ha sido poder observar las relaciones entre madres e hijos.... ver el largo vínculo afectivo y de apoyo que se crea entre los miembros de la familia y que puede durar toda la vida”, recuerda con una sonrisa.
En 1972, la anciana Flo falleció. Jane encontró su cuerpo en el borde de un arroyo. Su hijo Flint, que entonces tenía siete años y era extremadamente dependiente de ella, estaba sentado en la orilla mirándola. A veces tiraba de su mano como rogándole que despertara. Hasta que, desconsolado, trepó a un árbol y se acurrucó mirando al cuerpo sin vida de su madre. Completamente afligido por la pérdida, Flint cayó en una depresión y dejó de comer. “El último viaje que hizo, haciendo pausas para descansar cada pocos metros, fue para ir al mismo lugar donde el cuerpo de Flo había quedado cuando murió. Allí permaneció durante varias horas, a veces mirando al agua fijamente. Siguió un poco más, luego se hizo un ovillo y ya no se movió”, recuerda Jane. A las tres semanas y media de perder a su madre, Flint murió. Para Jane, la principal causa de su muerte fue el dolor.
Flo con su hijo Flint cargado a la espalda (Hugo Van Lawick)
Gracias a esa pionera investigación iniciada por la Dra. Jane en Gombe hace casi seis décadas y media, y a l@s primatólogo@s que siguieron su estela, hoy conocemos el importante papel que desempeñan las madres chimpancés en el desarrollo de sus crías y podemos comprender mejor a nuestros parientes evolutivos vivos más cercanos y a nosotros mismos.
Desafortunadamente, los chimpancés están en peligro de extinción debido a amenazas como la pérdida y fragmentación de su hábitat, la caza furtiva y el tráfico ilegal. Los chimpancés rescatados por el Instituto Jane Goodall en el Centro de Rehabilitación de Tchimpounga, en Congo, suelen ser crías robadas a sus madres por los cazadores furtivos, por lo que a menudo han sido testigos de una terrible violencia, viendo morir a sus madres delante de ellos, para después estar obligados a vivir atados o en jaulas diminutas con poca comida. Esto implica que estén en terribles condiciones físicas y emocionales a su llegada a Tchimpounga, y que necesiten cuidados urgentes para recuperarse. Son bebés indefensos que, en condiciones normales, dependerían de sus madres hasta los seis años o más. Por eso, nuestras cuidadoras experimentadas como Antonette, actúan de "madres sustitutas", dedicándoles las 24 horas de cuidado y afecto para que se sientan protegidos, seguros y amados, y así puedan reparar sus daños emocionales y tener una segunda oportunidad.
Si quieres apoyarnos para que podamos seguir protegiendo a las madres y familias de chimpancés, puedes hacerte teamer por 1€ al mes, realizar una donación puntual o regalar un amadrinamiento como soci@ chimpamig@, con hasta un 80% de desgravación fiscal.
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